viernes, 13 de enero de 2012

Cruce de razas

Un viejito que caminaba hoy por la calle con bastón, pantalón de gimnasia y camiseta blanca me paró en seco y me dijo con una voz caldeada por la sangre -porque se me había caído una moneda al piso y yo no la había levantado:
" No sé si usted sabe que hay pobres tan pobres que llegan al extremo de ser compadecidos por personas que viven en ranchos donde la malaria es moneda de cambio y el hambre cosa más que frecuente." Y mientras me mostraba la edición del diario de hoy seguía perorando: "Me causa rabia, sí ¡rabia! escuchar periodistas, antropólogos y sociólogos hablar de la 'era cibernética' y 'del amor en los tiempos del facebook' cuando estadísticamente la mitad de las personas de este mundo no usaron siquiera un teléfono y un cuarto de ellas en vez de tener en la cabeza esos problemas virtuales tiene otros inmediatos como la sed. Definitivamente nos están anestesiando. Yo no estoy en contra de la tecnología, no te creas, no pibe." Y el viejito sacó y empezó a bambolear un celular como si con eso diese cierto testimonio. A mi me parecía un loco lindo y lo dejaba seguir: "Mi señora y yo tenemos solo lo indispensable y si no fuese por la costumbre y algunas manías tontas me conformaría con la cama, la mesa y la pavita del mate nomás." Ya con tono cansado -como si ese discurso hubiese sido el ejercicio físico más grande que hubiese hecho en los últimos ocho años y viendo que yo no tenía ninguna intención de discutir absolutamente nada- me dijo: "Andá, no me hagas caso. Soy un viejo tonto y me estoy quedando sin fuerzas. Salir con este calor es casi un acto irresponsable. Tendría que ir a dormir la siesta." Entonces se fue con lentitud heroica, mientras las horas que le quedaban de vida se evaporaban junto con el calor de tantos rayos ultravioletas. Yo, con las dos manos en los falsos bolsillos, pensaba en que calmar la sed sería lo único que me convendría, a esa hora y con la cabeza quemada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario