sábado, 21 de enero de 2012

Ab urbe condita

Hay un estafador que roba solo para perfeccionarse.
Hay un par de hermanitos persiguiéndose; agotan con sudor la hora ingenua.
Hay un guardián celoso en la puerta de la ciudad. Su voz de trueno repite: "Por acá vos no pasás."
Hay un juez señalando una ley antigua; sus aprendices orgullosos ejecutan la sentencia.
Hay una pareja iniciándose bajo el amparo de un árbol de quinientos años.
Hay un profesor que está enojado; sus alumnos se dispersan en la risa.
Hay una puta que se ofrece para dañar placeres.
Hay un padre cansado; su brazo cuida el caliente pan del armisticio.
Hay un loco gritando en una plaza; borrachos que lo insultan, borrachos que lo cuidan.
No hay la misma noche, no hay el mismo día.
Hay la humedad ganando un templo.
Hay una madre amamantando el fruto de sus entrañas.
Hay un río de los muertos y un río de los vivos. El vigilante del cementerio y la partera comparten cama.
Hay animales masacrados lentamente. Hay plantas consumidas por el fuego.
Hay un plato del que sale humito; hay una copa de vino a punto de derramarse.
Hay actores ensayando una tragedia.
Hay pintores esbozando a otros pintores.
Hay artesanos fabricando raros divertimentos.
Hay mujeres perfumadas y hombres transpirados.
Hay vendedores ambulantes Viandantes del Camino.
Hay viajeros que llegan para avisarte que
Hay un santo fumando en la terraza.
Hay la hora de la siesta y la hora loca.
Hay un filósofo en combate con los cielos.
Hay una boca que se está secando.
Hay un arquitecto especialista en puentes.
Hay un cuerpo meditando entre los ríos; su fe amaestrada es la correa que no vemos.
Pero así como hay agua estancada, hay agua que fluye.
Hay un médico curándose a sí mismo.
Hay rostros braseados y rostros hundidos en la sombra.
Hay una madre seleccionando fruta podrida.
Hay un comerciante que vuelve a casa con los bolsillos cargados.
Hay un pescador que vaga disconforme.
Hay un palacio y una choza de barro.
Hay dos bufones sobre la silla de un ministro.
En la misma esquina se cruzan
Un niño mendigando besos, una chiquita que perdió a su hermano.
Hay un mentiroso disertando sobre un púlpito; su mudo auditorio ignora la duda.
Hay un anciano que sufre el frío; su mujer cuida la armonía del jardín mientras ambos despiden la última tarde.
Hay un músico que camina espiando el horizonte.
Siempre hay un soñador a punto de ser despertado.

Hay la ciudad eterna como las costumbres.

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