martes, 3 de enero de 2012

Incendiarios


Es sabido que Kafka le ordenó a su amigo Max Brod que quemase todos sus manuscritos y que Virgilio en su lecho de muerte requirió la aniquilación de la Eneida, no queriendo pasar a la posteridad por el mérito de una obra que consideraba inacabada y que según su autor era, antes que literatura, propaganda política. Rimbaud le pidió a Paul Demeny que prendiera fuego todos sus versos. Los tres delegaron esa tarea porque íntimamente deseaban que perdurara; habían agotado su energía vital más en el tejido de frases que en cualquier otra cosa y tuvieron miedo de permanecer anónimos en la noche del tiempo. Caso distinto es el del Borges maduro, que avergonzado de sus primeros poemas, compraba las ediciones de "Fervor de Buenos Aires" para secretamente destruirlas.

En comedia inversa, Heróstratos, un pastor griego de Efeso, pasó a la eternidad no por lo que hizo y quiso desaparecer sino por lo que aniquiló: el templo de Artemisa. Como los censores de la Revolución Libertadora que fraguaron con cárcel la sola mención del nombre propio "Perón", los efesios intentaron evitar la dispersión del nombre que había reducido a un recuerdo la gloria de su ciudad: los dos casos son famosos por coincidir en el fracaso.

Marcel Schowb relata así en sus Vidas Imaginarias la destrucción de la Maravilla:
"El fuego se enroscó en los capiteles de las columnas, reptó a lo largo de las bóvedas. Una tras otra, las placas de oro consagradas a la poderosa Ártemis cayeron desde las suspensiones a las losas con un estruendo de metal. Luego el haz fulgurante estalló en el techo e iluminó el acantilado. Las tejas de bronce se desplomaron. Heróstratos se erguía en medio del resplandor, clamando su nombre en la oscuridad.
Todo el Artemision fue un montón rojo en el corazón de las tinieblas. Los guardias atraparon al criminal. Lo amordazaron para que dejara de gritar su propio nombre. Fue arrojado en los sótanos, atado, durante el incendio.
Artajerjes envió inmediatamente la orden de torturarlo. No quiso confesar otra cosa que lo que se ha dicho. Las doce ciudades de Jonia prohibieron, bajo pena de muerte, entregar el nombre de Heróstratos a las edades futuras."



Heróstratos el incendiario desmejoró el templo para siempre el 21 de julio del 365 a.C. Esa noche nació un muchachito macedonio que más tarde dormiría con un puñal y un tomo de la Ilíada bajo la almohada: Alejandro Magno.

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